En el mundo del cuidado animal, la empatía es crucial, pero a veces la pasión y la subjetividad pueden nublar nuestro juicio y hacer que tomemos decisiones erróneas e injustas para los animales. En esta entrada pretendo transmitir la importancia de tomar decisiones racionales y fundamentadas en el conocimiento empírico a la hora de cuidar animales, ya sea en el ámbito particular o profesional.
Mis 3 postulados en el cuidado de fauna
Si alguien me pregunta si el bienestar animal es algo que se puede racionalizar y optimizar, mi respuesta es invariablemente “sí”. Tras unos cuantos años trabajando en este ámbito he llegado a algunas conclusiones en este sentido:
El bienestar de los animales salvajes siempre tiene margen de mejora en condiciones de cautividad.
Los animales son generalmente tenidos en cautividad para cubrir necesidades humanas. Esto, así como las restricciones derivadas de las condiciones del entorno en el que son mantenidos, constituyen los principales factores limitantes del bienestar animal.
Tener un enfoque analítico y racional de los animales y sus necesidades, así como de los sistemas de los que forman parte en cautividad, es la única forma de optimizar su bienestar.

Saber tomar decisiones es básico
En este ámbito hay que tomar constantemente decisiones que influyen de forma decisiva en el bienestar de los animales de los que cuidamos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, ya sea en un ámbito profesional o particular, cuando mantenemos fauna en cautividad estamos hablando de animales que cumplen alguna función para nosotros, los humanos, y que, por tanto, todo lo concerniente a ellos puede tener algún grado de afectación hacia nosotros. Y eso muchas veces limita nuestras opciones a la hora de maximizar su calidad de vida.
Alguien que mantiene a un loro en su casa tiene, entre muchas otras, una serie de limitaciones inherentes al espacio disponible en su hogar. En el ámbito de los zoológicos, las restricciones de personal, por ejemplo, limitan el trabajo que puede hacerse en una situación determinada. Y esto sucede así con todo: los recursos son finitos y tienen que tomarse constantemente decisiones al respecto con el objetivo de optimizar los resultados (entiéndase que cuando hablo de optimizar los resultados, hablo del bienestar de los animales).
Para hacerlo, es útil tener claro el proceso de toma de decisiones para hacerlo de forma fundamentada y racional, y no caer en subjetividades, errores lógicos ni cometer actos injustos con los animales. El siguiente esquema es un buen punto de partida para no perderse en este proceso:

Identificar el problema (incluso antes de que aparezca)
En mi trabajo como cuidador, trato de identificar los problemas precozmente, incluso antes de que aparezcan. Algo que he aprendido en todos estos años trabajando con animales en cautividad es que, si tú no haces nada, si te limitas a mantener el sistema que el animal habita en estado estacionario, sin tratar de mejorarlo, la tendencia del estado de bienestar del animal es ir reduciéndose. Incluso en un entorno en el que aparentemente no había complicaciones, las limitaciones inherentes a la cautividad harán que los problemas vayan apareciendo eventualmente por un motivo u otro. Por ello, considero una parte fundamental de mi trabajo la búsqueda constante de oportunidades de mejora, como una forma de resolver problemas antes de que se generen.
Por otra parte, en la convivencia o el trabajo con fauna, es común que los problemas no sean identificados hasta que afectan al humano de alguna manera. En loros tenidos como animales de compañía, por ejemplo, es cuando empiezan a gritar constantemente cuando sus cuidadores advierten el problema. Sin embargo, el problema real empezó mucho antes, cuando el animal empezó a sentirse solo, desatendido e incapaz de establecer las relaciones sociales que, por su naturaleza, le son indispensables. Y dado que el problema primario no fue atendido, el animal necesitó buscar formas de lidiar con su situación y de resolver el problema por su cuenta. Ahí fue cuando aparecieron los gritos.

De igual manera, en el ámbito de los zoológicos u otros establecimientos donde los animales son un bien de consumo, como las tiendas, los problemas son muchas veces percibidos cuando el estado de bienestar del animal es lo suficientemente bajo como para ver reducido su propio valor como bien de consumo o el de la reputación del establecimiento. Sin embargo, y al margen del compromiso que supone en el bienestar de los animales el no atender sus necesidades y problemas de forma precoz, un gran inconveniente de ponerse a solucionar estos problemas de forma tardía es que suelen hacerse mucho más difíciles y costosos de resolver.
Comprender el problema en origen
Una vez encuentro un potencial problema, trato de separarme de él y verlo en perspectiva, poniendo el fenómeno en su contexto y desgranando todas las partes del sistema como si estuviera arreglando una máquina. Para hacerlo más ilustrativo: cuando a un coche se le estropea la bomba de inyección, esta libera al sistema una enorme cantidad de partículas metálicas que obstruyen e impiden el normal funcionamiento de todas las piezas y mecanismos que vienen tras ella, como es el caso de los inyectores, por ejemplo. Si, en lugar de reparar la bomba, que es el origen del problema, reparamos o cambiamos los inyectores, no solamente no solucionaremos el problema que tenemos en nuestro motor, sino que, además, estaremos gastando recursos en colocar un “parche” que lo único que conseguirá es aplazar el problema a un futuro próximo y, en todo caso, agravarlo todavía más.
Con los animales sucede lo mismo, tanto a nivel de salud física y mental, como a nivel de comportamiento o convivencia, es fundamental atajar los problemas a tiempo y, para ello, es indispensable identificar sus causas exactas. En este sentido, no vale tomar decisiones en base a suposiciones. Todas las asunciones con respecto a las posibles causas de un problema deben estar probadas o, en su defecto, argumentadas convincentemente (no siempre es fácil encontrar pruebas causales para todo lo que sucede).
Si, por ejemplo, dos animales que han convivido largo tiempo sin problemas se pelean entre sí (¡problema identificado!), deberíamos preguntarnos ”¿qué es exactamente lo que ha desencadenado la pelea?”. Otra cuestión que sería pertinente hacernos es “¿ha cambiado algo en el entorno del animal últimamente?”. Debemos tratar de tener respuestas para estas y otras preguntas que puedan surgirnos, y debemos ser críticos al respecto y no conformarnos con argumentos a medias o respuestas sin justificación.
Un ejemplo más: encontramos por la mañana que uno de los animales a los que cuidamos ha fallecido repentinamente y sin dar ninguna señal (aparentemente) en los días anteriores. Para poder entender qué ha pasado debemos observar atentamente el entorno del animal por si algo puede darnos alguna pista, intentar recordar si ha habido cambios ambientales recientes, revisar a los demás animales para identificar alguna señal física o en su comportamiento, etcétera. Es también fundamental, en este tipo de casos, buscar indicaciones de la mano de profesionales veterinarios que analicen post-mortem el cuerpo del animal en busca de pistas que puedan contribuir a desvelar las causas de su muerte.
Estos son sólo algunos ejemplos de cómo deberíamos proceder y a qué preguntas deberíamos intentar dar respuesta para encontrar el origen del posible problema y así, tratar de subsanarlo. Si no entendemos las situación que tenemos entre manos, nunca seremos capaces de buscar una solución efectiva al mismo. Podemos intentarlo, dando palos de ciego y poniendo todos los parches que se nos ocurran, pero esta es una forma de proceder abocada al fracaso, además de ineficiente.
Buscar la mejor solución al problema
Si ya hemos determinado las causas primarias del problema, debemos buscar formas de revertir la situación. Las posibles soluciones pueden pasar por llevar a cabo cambios ambientales o de manejo, modificaciones del entorno social de los individuos implicados, implementar procedimientos médicos (medicación, curas…), entre otras.
Algo que tengo claro a este respecto, particularmente al trabajar con grupos de animales que conviven juntos, es que el bienestar debe determinarse en conjunto, y que el bienestar de cada uno de los individuos tiene el mismo valor. Por mucho vínculo que tengamos con un animal en específico, las decisiones que tomamos afectarán a todos y debemos ser conscientes de ello al tomarlas. Sé que es difícil, pero debemos tratar de ser lo más imparciales y objetivos posible, para no terminar procediendo de forma injusta para los individuos “menos preferidos” ni para cualquier otro.

Muchas veces, remediar un problema puede pasar por implementar diversas soluciones simultáneas, cada una de ellas destinada a revertir o mejorar una parte de la problemática que se ha generado. Siguiendo con el ejemplo del motor de antes: cuando identificamos que el origen del fallo se encuentra en la bomba de inyección, es evidente que tendremos que cambiarla por otra. Sin embargo, eso no es lo único que habrá que hacer: si no cambiamos los inyectores y los filtros, el coche seguirá teniendo los mismos problemas, y si no hacemos una limpieza completa del circuito de inyección, los metales existentes en el sistema terminarán por destrozar las piezas nuevas en poco tiempo.
En definitiva, un problema se compone de muchos problemas pequeños que han ido surgiendo simultáneamente o en cascada, uno a consecuencia del otro. Por tanto, hay que tratar de buscar una solución a la causa original, pero también atender a todos los daños anexos y colaterales asociados que puedan haber aparecido.
Imaginémonos, por ejemplo, que el comportamiento de nuestro loro ha cambiado, empezando a mostrarse agresivo y territorial en muchas situaciones. Analizamos las causas y encontramos que puede deberse a una serie de cambios que hemos realizado en su entorno (provisión de nidos, material de nidificación…). Como es lógico, una solución posible es revertir la situación o buscar una nueva configuración ambiental que no desencadene este tipo de comportamiento (retirada de nidos y materiales de nidificación, provisión de enriquecimiento ambiental para desviar el interés y comportamiento del animal hacia otro tipo de actividades…). Sin embargo, es posible que sea necesario buscar formas de manejo alternativas para enmendar la situación a corto plazo, que hagan posible la convivencia con el ave, pues su nivel de agresividad y territorialidad no disminuyen inmediatamente tras volver a la situación ambiental previa.
Tanto la solución al agente causante del problema, como la intervención inmediata y directa al problema (de convivencia) en sí mismo, son importantes y fundamentales para el bienestar de los animales y para nosotros, las personas que cuidamos de (o convivimos con) ellos. Por tanto, es indispensable que cuando busquemos soluciones, lo hagamos de forma fundamentada (en la ciencia y en la experiencia profesional) y atendiendo a la totalidad del problema, desde la raíz (aquello que origina el problema) hasta las hojas (la parte del problema que nos afecta directamente a nosotros).
Evaluar los resultados. Tan importante como todo lo anterior
De nada sirve tomar cartas en el asunto, sea el que sea, si después no corroboramos que las soluciones que estamos poniendo en marcha funcionan de la manera esperada. Es importante que a lo largo de todo el proceso y también tiempo tras él, monitoricemos aspectos relacionados con los cambios y soluciones que hemos puesto en práctica.
La observación, la toma de datos indicadores del éxito o fracaso del proceso y el análisis de los mismos, es lo que nos va a dar respuesta a las dos preguntas clave que debemos plantearnos llegados a este punto: ¿Hemos resuelto (o estamos consiguiendo resolver) el problema que teníamos? Y, ¿han aparecido nuevos problemas a raíz de los cambios implementados? En caso de que la respuesta a la primera pregunta sea afirmativa y/o la segunda sea negativa, habrá que pararse a analizar si lo que estamos haciendo es lo más óptimo o, de lo contrario, no hemos interpretado correctamente el contexto o el problema que tenemos entre manos.

Como ves, resolver problemas o mejorar situaciones relacionadas con animales que viven en un entorno controlado es, en ocasiones, mucho más difícil de lo que pueda parecer desde fuera. Los animales salvajes y los sistemas de los que forman parte en un contexto de cautividad tienen difícil encaje, pues los primeros no están “diseñados” para adaptarse a las condiciones de vida de los segundos. Por ello, la racionalización, la toma de decisiones organizada, bien fundamentada y basada en la recopilación y análisis de datos, es la única forma de proceder en este ámbito que nos da la posibilidad de alcanzar el bienestar animal “sin morir en el intento”.
Mi trabajo, y lo que realmente me apasiona de él, es precisamente eso: el reto que me supone optimizar la calidad de vida de los animales en este tipo de entornos en los que, tengan o no una utilidad directa para el ser humano, necesitan de nuestro mayor apoyo técnico y racional para vivir dignamente.
Espero que hayas disfrutado con esta entrada taaaaaaan larga y que te haya invitado a reflexionar acerca de un tema al que considero que es muy importante darle algunas vueltas. Los animales despiertan emociones y sentimientos muy intensos en nosotros. Considero, sin embargo, que cuando cuidamos de ellos, dar rienda suelta a los mismos en detrimento de la razón y el sentido común es lo peor que podemos hacer si los respetamos y verdaderamente les deseamos lo mejor.
Un fuerte abrazo 🙂
Roger Valls Martínez
Mantener animales salvajes en cautividad respetando su bienestar es una tarea realmente difícil y el que diga que no debería replantearse la forma en la que cuida de ellos...
Que maravilla de artículo . Tengo ya un par de meses , con una idea que parece una espina en mi mente.. y es que por mucho que me esfuerzo, no termino de dar a mis loros lo que ellos realmente necesitan …y eso creo que es un problema que no tiene un fin ….
Roger: "esta entrada tan larga"
Yo: ¿Ya se ha acabado? ¿Y la segunda parte? 😂