Mucho se habla del picaje, pero poco se sabe acerca de él. Se venden soluciones milagrosas, procedimientos y terapias que solucionan el problema. Unos lo achacan a las hormonas, otros al estrés y otros hacen trescientos test clínicos para desentrañar el origen del problema. Pero, en cualquier caso, los índices de éxito en la recuperación siguen siendo bajísimos. Y es que se trata de una cuestión de una complejidad tremenda.
Un comportamiento anormal, pero común
Las condiciones de un entorno en cautividad suelen restringir a las psitácidas las oportunidades de reproducir un patrón de comportamiento equiparable al que expresan en estado silvestre. Esto se da, de igual manera en otros animales salvajes mantenidos bajo cuidado humano, y se vuelve particularmente notorio en aquellos que viven como animales de compañía, a los cuales se les suelen imponer severas limitaciones en lo relativo a la interacción social, el desplazamiento, el forrajeo, etcétera.
En este contexto, y precisamente a causa de ver restringidos sus patrones normales de conducta, las psitácidas son animales especialmente proclives a desarrollar un amplio espectro de comportamientos anormales, que no tendrían lugar en la naturaleza, como la hiperagresividad, la vocalización excesiva, las conductas sexuales dirigidas a individuos de diferente especie o incluso a objetos, el picaje, la automutilación o varios tipos de comportamientos estereotipados. De entre todo este catálogo de comportamientos anormales, el picaje es uno de los más reconocibles por parte de los cuidadores y, de hecho, se ha estimado que entre el 10 y el 15 % de las psitácidas que viven bajo cuidado humano sufren este desorden comportamental en algún grado, aunque algunos autores elevan esta cifra hasta el 16 y hasta casi el 18 %. En mi experiencia, creo que el porcentaje es incluso superior, aunque no puedo afirmarlo con rotundidad.
¿Qué es el picaje?
El picaje constituye un conjunto de conductas que, cuando se expresan, contribuyen a dañar de alguna forma el plumaje propio o, eventualmente, el de un tercero. Así pues, el picaje o FDB (por sus siglas en inglés, Feather Damaging Behaviour) involucra tanto el arrancamiento de plumas, como el recorte o la masticación de las mismas.
En la mayoría de casos, el picaje representa un problema meramente estético desde un punto de vista humano. El verdadero problema y al que se le debe prestar atención en primer lugar, es aquél o aquellos que han originado el desarrollo de este comportamiento anormal. Sin embargo, en ocasiones puede terminar derivando en problemas de movilidad, cuando son retiradas las plumas de vuelo, o médicos, como hipotermia y problemas relacionados a causa de la falta de aislamiento, daño en los tejidos epitelial y muscular, hemorragias e incluso infecciones.
La especie como factor de riesgo en el desarrollo del picaje
A pesar de que el picaje se ha reportado en buena parte de las especies de psitácidas que viven bajo cuidado humano y, al menos teóricamente, tiene potencial para reproducirse en la totalidad de ellas, parece ser particularmente común en determinadas especies. Es el caso de los loros grises africanos (Psittacus erithacus), las cacatúas (Cacatua sp.) y los loros eclécticos (Eclectus sp.). Algunos autores incluyen también a la cotorra argentina (Myiopsitta monachus) en el listado de especies más proclives a padecer FDB, algo con lo que personalmente estoy de acuerdo, ya que, es una de las especies en las que más frecuentemente he observado este tipo de comportamiento.
En el otro lado de la balanza, buena parte de la literatura científica sitúa el periquito australiano (Melopsittacus undulatus), la ninfa (Nymphicus hollandicus) y los loros amazónicos (Amazona sp.) como las especies que con menor frecuencia reproducen esta conducta. Aquí, sin embargo, hay que tener en consideración que los trabajos de investigación llevados a cabo o, en cualquier caso, los datos que se hayan recopilado, quedan sesgados por la representatividad de cada una de las especies en la muestra estudiada en cada caso, entre otros factores. Eso puede hacer que determinadas especies en las que yo he visto una alta incidencia de casos de picaje (como, por ejemplo, las ninfas o los agapornis) queden infrarrepresentadas en los resultados de algunos de estos estudios (o eso es lo que yo creo).
¿Por qué se produce el picaje?
El picaje en psitácidas suele considerarse un desorden multifactorial, es decir, que puede derivar de multitud de factores actuando de forma simultánea. Me refiero, por ejemplo, a problemas de salud física, problemas neurobiológicos, factores ambientales, etcétera.
Precisamente, por el hecho de ser un fenómeno de etiología tan compleja, con tantas variables predisponentes y desencadenantes, diagnosticar el problema de origen y tratarlo en consecuencia de forma eficaz suele ser una tarea casi imposible en muchas ocasiones. De hecho, la pérdida de plumaje es considerada uno de los problemas más comunes y frustrantes en su resolución de entre los que se presentan en clínicas y hospitales veterinarios dedicados a la medicina aviar. Además, el conocimiento científico en este campo todavía se encuentra muy poco avanzado y está basado principalmente en experiencias clínicas, lo que complica todavía más entender cada caso en profundidad.
Las potenciales causas de picaje podrían clasificarse entre físicas y psicológicas, si atendemos a la naturaleza de las mismas, o bien, entre médicas y no médicas, si hacemos referencia a la clase de profesionales que especializados en abordar el problema (veterinarios clínicos en el primer caso, y etólogos y profesionales del cuidado animal en el segundo). A menudo se utiliza el término "comportamental" para designar el picaje que tiene fundamentalmente un origen no físico (psicológico, vamos). Sin embargo, es una expresión redundante, ya que el picaje es un comportamiento (o un conjunto de ellos) en sí mismo, con lo cual, evidentemente es comportamental. Todas las formas de picaje lo son. En su lugar, como digo, es más pertinente hablar por ejemplo de picaje no médico.
Factores físicos y factores psicológicos
A pesar de que se han asociado al picaje multitud de condiciones médicas (parásitos, alergias, toxicosis, infecciones víricas...), a lo largo de los últimos años algunas de ellas han sido a priori descartadas. Buena parte de las demás todavía no han sido probadas de forma experimental, por lo que su vinculación con el picaje se basa fundamentalmente en la experiencia clínica y no se ha probado relación de causalidad alguna.
Lo que parece claro es que cualquier cosa que provoque dolor, malestar o incomodidad al ave es susceptible de favorecer el desarrollo de picaje en psitácidas que viven en cautividad. Cuando el dolor desencadena un proceso de picaje en el loro, este puede producirse en la zona concreta en la que el animal siente malestar, o bien, de forma difusa o en áreas del cuerpo que aparentemente no guardan relación alguna con el agente causante. Por ejemplo, el fallo renal parece formar parte de un conjunto de factores que predisponen a los loros a padecer picaje en áreas concretas de su cuerpo, en este caso, en la rabadilla. Sin embargo, otras afecciones como el daño hepático, han sido comúnmente asociadas con picaje generalizado en buena parte del plumaje de las aves (a excepción de la cabeza, claro está).
Desde un punto de vista psicológico, este tipo de desórdenes de la conducta pueden tener un origen disfuncional, cuando son causados por un mal funcionamiento del cerebro (fallas en su desarrollo, anomalías neuroquímicas, etcétera). En la mayoría de casos, no obstante, parece claro que el estrés crónico producido por un ambiente inapropiado es el principal factor que predispone al animal a desarrollar comportamientos desadaptativos de este tipo. Y es que el estrés que les produce a largo plazo la frustración de ciertas motivaciones y necesidades comportamentales básicas (sociales, reproductivas, forrajeo, retos cognitivos...), suele terminar por encontrar salida en forma de conductas anormales no existentes en sus homólogos de vida silvestre, como es el caso del picaje. Sea como sea, solamente conociendo en detalle los factores que promueven o provocan directamente la aparición del picaje en cada caso, pueden elaborarse estrategias de tratamiento direccionadas y efectivas.
Por el momento, en este artículo he tratado solamente de poner las piezas sobre el tablero. Me interesaba sobre todo introducir el tema del picaje, definir el problema y analizar algunas cuestiones básicas sobre su etiología. Como digo, es una cuestión de una complejidad tremenda (como casi todos los relacionados con estos animales), así que no tiene ni diagnóstico ni tratamiento fácil en la mayoría de las ocasiones. Sin embargo, hay ciertas pautas de cuidado y manejo, así como determinados contextos en los que la prevalencia de este problema varía. Con esto, quiero decir que con nuestras acciones como cuidadores podemos favorecer (o, por contra, limitar) la probabilidad de que este (¡y otros!) comportamientos indeseados se desarrollen en los animales que tenemos a nuestro cargo. Pero de estas cuestiones prácticas hablaré en otro post, ¡que este empieza a hacerse infinito!
Como siempre, muchas gracias por leerme. Te invito a que comentes lo que consideres conveniente en la sección correspondiente abajo del todo. ¡Hasta la próxima!
Roger Valls Martínez
Con el tema del picaje llegas a sentirte muy solo y culpable, este artículo me ayuda mucho. Al final llega un punto en que no sabes qué hacer, vas a veterinarios especializados, contactas con supuestos especialistas y nada... Tener a estos animales en casa es muy complicado.
Yo tengo 2 agapornis y una ninfa, y aun vivo con el miedo de que me desarrollen picaje. Sobre todo la ninfa, que me traje hace unos meses de una tienda de animales donde la tenían metida en una jaula de canarios y estaba la pobre toda desmejorada... no sé cómo no tiene traumas.
Quedo a la espera del segundo artículo sobre métodos para evitar o tratar el picaje. Gracias!
Muchas gracias por el artículo. Es una intro más que interesante para poder solucionar los problemas que causan el picaje de nuestras psitácidas. En nuestro caso tenemos una cotorra argentina rescatada que empezó a desarrollar picaje hace 1 año, cuando nuestra rutina laboral cambió y mi pareja y yo empezamos a trabajar desde casa toda la semana. La cotorra está fuera de su jaula (grande) prácticamente todo el día y hacemos vida los 3 juntos muchas horas a la semana, así que creemos que se ha desplazado su conducta natural hacia nosotros demasiado. Estamos tratando de solucionar el picaje ofreciéndole bandejas de forrajero en distintos sitios de la casa, juguetes y entretenimiento en el entorno de su jaula y fuera,…