Hay animales que no están hechos para convivir con el humano. Eso no significa que no se deban o no se puedan tener en casa, en ningún caso estoy esgrimiendo una opinión política. Lo que trato de transmitir es una realidad incontestable que, en algunos casos, parece que no termina de calar. En esta entrada me gustaría profundizar un poco en qué es la domesticación y en establecer las diferencias entre los animales domésticos y salvajes.
¿Qué es la domesticación?
Lo primero que hay que esclarecer al hablar de este asunto es la diferencia entre un proceso de domesticación y otros procesos que en ocasiones le son intercambiados, como el de impronta humana o el de amansamiento. Cabe decir que los tres procesos dirigen al animal a incrementar su afinidad y cercanía al ser humano, sin embargo, tienen lugar a través de mecanismos completamente distintos y, además, la domesticación se produce a nivel de población (en ecología, una población es un conjunto de individuos de una misma especie que ocupan un espacio y un tiempo determinados), a través de adaptaciones genéticas a lo largo de muchas generaciones, mientras que en los otros dos casos son cambios que se dan a nivel individual, a lo largo de la vida de un animal.
Impronta a humanos: La impronta a humanos es un fenómeno por el cual un animal joven, durante un período crítico temprano en su desarrollo, se fija o establece un vínculo con los seres humanos en lugar de con los individuos de su propia especie. Este proceso puede tener consecuencias significativas en su futuro comportamiento y preferencias sociales.
Amansamiento: El amansamiento es el proceso mediante el cual un animal se habitúa a la presencia y a la interacción humana, volviéndose más dócil y manejable. Se trata de un cambio en el comportamiento individual que puede tener lugar a lo largo de la vida del animal una vez ya ha superado el proceso de impronta.
En el caso de los animales, cuando hablamos de domesticación hablamos de un proceso evolutivo a largo plazo a través del cual una población de animales salvajes ve modificado su genoma para adaptarse mejor a las necesidades humanas y/o a una vida en un entorno humano. Así, los individuos domesticados son sustancialmente diferentes de sus ancestros salvajes, llegando por lo general a considerarse subespecies o especies separadas. Por ejemplo, la vaca/toro común europea (Bos taurus) es considerada una especie totalmente separada del ancestro salvaje del que proviene, el uro (Bos primigenius). En este caso, su proceso de domesticación empezó hace unos diez mil años con el objetivo de emplearlo como animal de carga, así como para la producción de leche y carne.
Así pues, la domesticación implica cambios genéticos profundos, que dan lugar a diferencias anatómicas y fisiológicas con respecto al ancestro salvaje, así como diferencias en sus sistemas motivacionales y su comportamiento, haciendo que se adapten mejor a la vida en cautividad (o, en su defecto, en entornos antrópicos) y que pasen a depender del humano total o parcialmente para su alimentación y protección.
El proceso de domesticación
En este contexto, y a la hora de explicar qué es y qué no es una especie domesticada, es necesario repasar, aunque sea por encima, los mecanismos ecológicos, sociales y evolutivos que intervienen en el proceso de domesticación. Como digo, la domesticación es un proceso evolutivo. Un proceso en el que el genoma predominante de los individuos de una población va viéndose modificado generación tras generación para adaptarse mejor a la convivencia con el ser humano o a la utilización por parte de este. Este proceso involucra:
Inicio del contacto: El humano y la especie salvaje empiezan a interactuar y a obtener beneficios el uno del otro.
Co-evolución: Los rasgos determinados genéticamente que son favorables para la especie en el contexto de coexistencia con el humano se ven favorecidos por selección natural en el entorno humano. Así, la especie salvaje va adquiriendo paulatinamente más y más características morfológicas, fisiológicas y conductuales que le permiten una mejor convivencia con las personas. Los perros, por ejemplo, a base de convivir con el humano en el entorno doméstico, han adquirido rasgos y comportamientos que facilitan la comunicación y promueven la empatía de las personas hacia ellos.
Selección artificial: El humano reproduce selectivamente a los individuos de la especie en proceso de domesticación que muestran los rasgos más deseables en función de sus preferencias o necesidades. Por ejemplo, reproducir a las vacas que producen más leche, por ejemplo, para incrementar la producción media de las futuras vacas.
Dependencia: Finalmente, tras muchas generaciones de selección tanto natural como artificial en ambientes antrópicos, se obtiene una especie o subespecie diferenciada de la salvaje original, con rasgos que le benefician en coexistencia con el humano pero que, por otro lado, posiblemente le perjudicarían en el ambiente salvaje del que provenía la especie ancestral. Por tanto, en general, la especie domesticada termina dependiendo (directa o indirectamente) del ser humano para sobrevivir.
Perro vs. loros. ¿Son comparables?
Es común que las personas que no guardan alguna clase de vínculo profesional con los animales o la fauna no hagan distinción entre los animales domésticos y los animales salvajes, entendiendo ambos sencillamente como "animales". Esto hace que su percepción con respecto a la tenencia de animales en cautividad dependa más de lo que están habituadas a ver en cautividad que de qué ambiente es verdaderamente genuino para cada animal.
Así, y especialmente en los últimos años a partir del auge de las redes sociales, se ha vuelto particularmente común la tenencia en cautividad de animales silvestres como mascotas. Es el caso, por ejemplo, de las psitácidas o loros (un fenómeno del que por mero desconocimiento, hace unos cuantos años fui partícipe), cuya aparición en redes mostrándose en entornos y contextos humanos, e interactuando de forma positiva con estos (señales de afecto, vínculos emocionales positivos...) es súper habitual. Es de este modo como la tendencia social hacia el mascotismo de loros es al alza, mientras que la tendencia hacia el mascotismo de primates, por ejemplo, los cuales no son mostrados comúnmente en contextos humanos en redes sociales (al menos en nuestro país, España) va a la baja. La gente de a pie no ve a los primates como animales aptos para tener en casa, no porque entiendan muchas veces que son animales salvajes, sino porque nunca los ven en ese contexto, lo que inherentemente les hace entender que no es su sitio.
Sin embargo, no está de más divulgar sobre qué diferencias existen entre los animales domésticos y salvajes, para que cada persona sea capaz de entender y razonar porqué a cierto tipo de fauna no le corresponde vivir en un hogar humano. El primer criterio para que una población de una especie sea o pueda ser domesticada es, precisamente, que estemos haciendo referencia a una especie. Me explico: un perro (Canis familiaris) es una especie domesticada a partir de una población (o varias) de una única especie ancestral, en este caso, el lobo gris (Canis lupus). Sin embargo, en el caso de los loros, estaríamos hablando de un conjunto de alrededor de las 400 especies de aves psitaciformes que existen. En todo caso, podríamos entrar a debatir si existe alguna especie de este grupo de 400 especies de aves que pueda considerarse domesticada, puesto que el proceso de domesticación tiene lugar en una especie o población en particular, no en un conjunto de varios centenares de especies en su conjunto. Y eso es, de hecho lo que me dispongo a hacer a continuación: comparar el proceso de "domesticación" del loro con el del perro, que es el animal doméstico por antonomasia.
Para hacerlo, creo que es pertinente considerar cuáles son las principales condiciones que deben darse en una determinada población para que pueda tener lugar un proceso real de domesticación, y entrar a valorar si se cumplen en cada caso.
Aislamiento de la población respecto a las ancestrales. Esta es una condición que puede cumplirse total o parcialmente. Probablemente, en el caso de los perros se fue cumpliendo de forma más estricta a medida que las poblaciones de lobos asentadas cerca de asentamientos humanos dependían en mayor medida de estos y, por tanto, fueron distanciándose en hábitos y en distancia de las otras poblaciones de su misma especie, lo que cada vez dificultó más el cruce genético entre ellas. En el caso de algunas especies de psitácidas que fueron capturadas en la naturaleza y trasladadas a ambientes humanos para satisfacer la demanda de estos animales como animales de compañía (yacos, periquitos australianos, ninfas, algunas especies de amazona, entre muchas otras), también han experimentado un aislamiento sustancial (geográfico) de sus poblaciones de origen. A pesar de eso, hasta hace algunos años todavía era común la captura de especímenes de vida silvestre para uso humano y, por lo tanto, no ha habido un aislamiento real hasta hace poco (a excepción de algunas especies prolíficas y de bajo valor de mercado en cautividad, como periquitos australianos, ninfas o algunas especies de agapornis, cuya captura para exportación probablemente cesó un poco antes que en otras especies).
Suficiente número de generaciones para que pueda ocurrir el proceso de domesticación completo. Para que un animal pueda considerarse doméstico debe estar perfectamente adaptado a las condiciones de vida que tiene en el entorno humano y, hasta cierto punto, ser dependiente de las mismas. Y esto implica cambios genéticos a través de una serie de procesos evolutivos que solamente pueden tener lugar a través de un gran número de generaciones. No se sabe con exactitud cuándo empezó la domesticación del lobo, aunque se sospecha que pudo ser entorno a 30.000 años atrás, lo que implica que han pasado quizás entre 10.000 y 30.000 generaciones desde la especie ancestral hasta el perro que conocemos en la actualidad. Varias decenas de miles de oportunidades para la selección natural y artificial de los rasgos más apropiados para la adaptación a la convivencia con nosotros. El caso de los loros es completamente diferente. Incluso en especies comúnmente tenidas en cautividad, estamos hablando muchas veces de animales de tercera, segunda o incluso primera generación. Por su longevidad, todavía a día de hoy hay muchos loros produciendo crías que terminarán siendo la mascota de alguien y que fueron capturados hace 40 o 50 años en la naturaleza. Pero pongámonos en la situación más "favorable". Hablemos del periquito australiano (Melopsittacus undulatus), una especie bien establecida en cautividad desde hace bastantes años, relativamente poco longeva y con capacidad para reproducirse a muy temprana edad (incluso antes del año). Muchos de los periquitos que tenemos hoy en día en nuestras casas, proceden de especímenes que fueron capturados en estado silvestre a mediados del siglo XIX, entre el año 1800 y el 1900. Incluso en este caso, estaríamos hablando de menos de 200 generaciones en cautividad, es decir, un proceso de domesticación de una "longitud" de entre el 0,7 y el 2 % con respecto al experimentado por el perro.
Que el entorno de selección sea asimilable al entorno receptor. Considero que este es el punto clave en esta comparativa y es, paradójicamente, algo que raramente se tiene en cuenta. Buena parte del proceso de domesticación del perro ha tenido lugar de forma no controlada, es decir, mediante selección natural en entornos humanos, pero no bajo selección artificial (exceptuando quizás estos últimos siglos). Esto implica que las presiones evolutivas que han condicionado la domesticación del perro han tenido lugar en el mismo tipo de entorno que el perro ocupaba y, por tanto, su evolución ha ido en la dirección de incrementar su aptitud en dicho contexto. Por contra, en el caso de las psitácidas, al margen de todo lo anteriormente comentado, sucede que son en casi todos los casos reproducidas en criaderos, en los que tienen condiciones completamente diferentes de las que tienen en el hogar (ni conviven con humanos ni en un entorno asimilable al que sus descendientes tendrán cuando vivan en un hogar humano). Así pues, este proceso de selección natural, aunque sucede (porque siempre sucede), no tiene lugar bajo las presiones evolutivas que llevarían a esa población a adaptarse mejor a la vida como animales de compañía. Y si hablamos de la selección artificial, en muchas ocasiones tampoco se dirige hacia esa dirección. Normalmente los individuos que con mayor probabilidad transferirán con éxito sus genes a las futuras generaciones de loros reproductores, no serán aquellos que tiendan a empatizar o a comunicarse mejor con los humanos, ni tampoco aquellos que mejor se desenvuelvan en ambientes antrópicos. En este contexto, probablemente los individuos favorecidos en el proceso selectivo serán los que sean más prolíficos desde un punto de vista reproductivo y/o los que tienen rasgos morfológicos más atractivos (mayor tamaño, plumaje más colorido o llamativo, etcétera). Así pues, en el caso de los loros, no está teniendo lugar un proceso de domesticación en el que el criterio de selección sea conseguir individuos cada vez más aptos para ser tenidos como animales de compañía.
En resumen, que no me quiero enrollar (¡más!). Los loros están muy lejos de ser algo parecido a animales domésticos. En algunas especies, como los periquitos australianos, se ha dado cierto grado de "domesticación", pero en ningún caso orientada a su adaptación como animales de compañía. Y en la inmensa mayoría de las demás, no puede hablarse ni siquiera de que este proceso haya dado comienzo.
Es precisamente por eso, por lo que siempre digo que los loros no son animales hechos para compartir hogar con nosotros, los humanos. Y lo digo yo, que los he tenido en casa, viviendo conmigo, como animales de compañía. Pero hace tiempo que no soy capaz de verles así, dependiendo de mi cariño y mi atención. No es eso lo que les deseo. Me gusta verles libres y con los suyos. Todo lo libres que puedan ser, incluso cuando viven en cautividad. Por eso trato de desincentivar la tenencia de loros como animales de compañía, tratando de informar y hacer conciencia a las personas (las poquitas que me leéis por aquí, y a las que valoro muchísimo) que conformamos esta sociedad. Como siempre, te animo a dejar tus comentarios abajo y te agradezco mucho que me hayas leído y que compartas esta entrada si piensas que a otras personas también pudiera interesarles. ¡Nos leemos en la siguiente!
Roger Valls Martínez
Espero que cada vez seamos más las personas que tomemos consciencia de verdad de que los animales salvajes deben vivir una vida salvaje. Hace tres años que comparto mi vida con 2 cotorritas rescatadas y las amo pero sería incapaz de pagar por un pollito. Y tampoco lo haría por un cachorrito, porque creo que antes de eso hay muchas vidas emplumadas y peludas que necesitan ayuda y se merecen una vida mejor. Y son un compromiso 24/7 de por vida. Gracias Roger por este artículo. Ya esperando el siguiente 😊
Esque a parte de tu información valiosísima,llevo tiempo pensando así,por mucho que intentemos ...como mejor están es libres en su sitio y con los suyos....yo cada día pienso que en qué horita se les ocurrió cazarles y tenerlos en cautiverio,(aunque irónico es ,que no sabríamos tanto sobre ellos y como son en verdad)y lo que dices pocos son los que crían en condiciones que se asemeje a como ellos viven,la mayoría se crian en mini jaulas y sin control de reproducción y de información para su tenencia .Asiq igual que tú aunq los adoro cada vez comparto menos que se tengan .Me encantan tus post y aprendo muchísimo!!
No podría estar mas de acuerdo!
Creo que los loros jamás podrán ser domesticados por el simple hecho de que tienen alas para volar, y ni la voladera más grande que quisiéramos hacerles se asemejaría a un cielo abierto en todo su esplendor, y ya ni hablamos de su habitat, la selva, las praderas, las llanuras etc. No podemos recrear eso en nuestras casas ni siquiera tener "bandadas" pues son animales sociales, así que incluso aunque existiera ese proceso de domesticación creo que acabaría mal, muy mal, la inteligencia que demuestran las aves las hace demasiado dependientes de estimulos que están en la naturaleza (y en constanste cambio) y no los veo acostumbrandose a vivir en un piso como un…