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¿Por qué mi loro me pica?

  • Foto del escritor: Roger Valls Martínez
    Roger Valls Martínez
  • 8 oct
  • 5 Min. de lectura

Quienes hemos convivido o trabajado con loros sabemos lo doloroso y frustrante que puede resultar un picotazo. Muchas veces no entendemos por qué ocurre ni qué lo ha desencadenado, y acabamos pensando que el animal es “malo”. Pero la realidad es distinta: la agresividad forma parte de su repertorio natural de conductas y suele aparecer como respuesta a determinadas circunstancias. Veamos cuáles son y, de forma muy breve, cómo podríamos resolverlo.



La agresividad puede ser normal, pero no es deseable


Cuando mantenemos psitácidas en cautividad y, muy especialmente, cuando conviven con nosotros en casa, nos resulta sumamente difícil satisfacer por completo sus necesidades y motivaciones, pues son animales silvestres cuyos hábitats de origen difieren enormemente del entorno y de las posibilidades que les ofrece la cautividad. Como consecuencia, tienden a desarrollar todo tipo de comportamientos que, si bien los expresan con el fin de adaptarse mejor a las difíciles circunstancias a las que los exponemos, acaban dificultando la convivencia con ellos y, paradójicamente, suelen resultarles perjudiciales de cara a su propio bienestar.


Estos son los denominados comportamientos indeseados y, entre ellos, encontramos las agresiones. Hay que entender, antes que nada, que las agresiones no deben considerarse comportamientos anormales per se, pues forman parte de la conducta natural de cualquier psitácida y les permiten, por ejemplo, competir por recursos de valor (ya sea una potencial pareja, alimento, territorio u otro cualquiera) o defenderse en ciertas situaciones.


Dos guacamayos ambiguos (Ara ambiguus) peleando en los bosques de Manzanillo, Costa Rica. - Fotografía de Noelia Sánchez.
Dos guacamayos ambiguos (Ara ambiguus) peleando en los bosques de Manzanillo, Costa Rica. - Fotografía de Noelia Sánchez.

En cualquier caso, la agresión es una de las herramientas conductuales a las que puede recurrir un loro cuando se expone a un estímulo negativo. Que opte por ella o no dependerá de múltiples factores: la naturaleza del estímulo, la situación en la que se da, así como la genética del propio animal y sus experiencias previas. Sin embargo, este tipo de comportamientos, y en especial si se dan de manera recurrente o hacia una persona en particular del grupo familiar, suponen un problema para la convivencia en casa y terminan perjudicando a la propia ave, a la que se le suele restringir todavía más la libertad de movimiento y las interacciones sociales con el grupo humano, en pos de ganar en tranquilidad y evitar conflictos y malos ratos.



Factores desencadenantes de la agresividad


Por todo lo comentado, si nos preocupa el bienestar de los animales que tenemos a nuestro cuidado y queremos disfrutar de una convivencia armónica con ellos, debemos ponernos manos a la obra y afrontar la situación, ya sea para evitar que aparezcan los comportamientos agresivos o bien para modificar la conducta del animal que ya los manifiesta.


El primer paso es evitar asumir que nuestro loro es “malo”, como si el problema no tuviera nada que ver con nosotros. Como hemos visto, su comportamiento depende en gran medida de las circunstancias ambientales que tiene y ha tenido a lo largo de su vida. Por tanto, modificándolas en la dirección adecuada y de la forma correcta, podemos conseguir grandes mejoras en este sentido. El primer paso, eso sí, es identificar las posibles causas de la agresividad de nuestro loro.


  • Miedo

Aunque no es frecuente que un loro tema de manera general a sus cuidadores, sí puede mostrar miedo en situaciones puntuales, como cuando lo agarramos por la fuerza, lo perseguimos para meterlo en la jaula o le acercamos la mano en contra de su voluntad. Esto suele deberse a que no comprendemos bien su lenguaje corporal o no aceptamos que rechace ciertas interacciones. La clave está en respetar sus señales, evitar forzarlo y trabajar con refuerzo positivo para reforzar acciones deseadas (como que entre voluntariamente a su jaula) o para desensibilizar situaciones que le generan inseguridad (como el contacto con personas desconocidas).


Como digo, leer el lenguaje corporal de los loros es vital para evitar sobrepasar sus límites y desencadenar situaciones no deseadas. - Fotografía de Noelia Sánchez.
Como digo, leer el lenguaje corporal de los loros es vital para evitar sobrepasar sus límites y desencadenar situaciones no deseadas. - Fotografía de Noelia Sánchez.

  • Frustración

La frustración aparece cuando el animal no logra satisfacer sus motivaciones. Puede ser aguda, como cuando suelta un picotazo redirigido a quien sea que tiene más cerca porque se acerca alguien que no le agrada, o crónica, cuando el entorno no le permite cubrir sus necesidades, generando estrés y angustia permanentes. En ambos casos, lo que hace la frustración es incrementar la probabilidad de que se den comportamientos agresivos, reduciendo el umbral de tolerancia del animal a situaciones que le resulten desagradables.


  • Competencia o territorialidad

Muchas veces los loros se muestran agresivos al proteger elementos valiosos: una pareja (incluso un humano), comida, juguetes, una jaula o un espacio concreto, son recursos importantes. Cuanto mayor valor tenga el elemento para el ave, mayor será su tendencia a defenderlo, aunque también influye la calidad de la relación que mantiene con el potencial competidor. Para prevenir este tipo de agresividad, es fundamental ofrecer un entorno adecuado y usar técnicas como el contracondicionamiento para reducir su necesidad de proteger lo que sea que quieren proteger.


Uno también tiene que saber dónde están los límites. ¿Tú meterías la mano aquí? - Fotografía de Noelia Sánchez.
Uno también tiene que saber dónde están los límites. ¿Tú meterías la mano aquí? - Fotografía de Noelia Sánchez.

  • Aprendizaje

Gracias a su inteligencia, los loros aprenden con rapidez cuáles son los comportamientos que le reportan mayores beneficios. Así, pueden descubrir que picotear el cuello atrae nuestra atención, aunque sea en forma de regaños, o que un picotazo nos hace retirar la mano cuando no quieren subirse. En muchos casos, la agresividad se mantiene porque los cuidadores refuerzan sin querer la conducta indeseada. Corregir esto implica cambiar nuestra forma de responder y enseñarles vías alternativas de comunicación.


  • Malestar físico

El dolor o la incomodidad —de la misma forma que ocurre con la frustración— reducen el umbral de tolerancia del loro, aumentando la probabilidad de agresión. Un caso típico es la muda, cuando la formación de nuevas plumas puede llegar a ser muy molesta para las aves. En estas circunstancias, muchas psitácidas se muestran más ariscas o irritables, lo que debe interpretarse como una consecuencia natural de su estado físico, y tratar de remediar la incomodidad que le supone.



Para terminar, me parece importante recordar que rara vez la conducta agresiva —como cualquier otra conducta— se explica por una sola causa. Normalmente confluyen varios factores, algunos de efecto inmediato y otros de larga duración. Por ello, resulta esencial identificarlos adecuadamente, comprenderlos en profundidad y diseñar estrategias que permitan resolver el problema de raíz. Si necesitas ayuda con este u otros asuntos de manejo o convivencia con animales silvestres —y, en este caso, con loros en particular—, escríbeme aquí para que busquemos la forma de que pueda ayudarte :)


¡Muchas gracias por leerme una vez más! Déjame un comentario más abajo si quieres preguntarme algo o simplemente que charlemos un rato y, como siempre digo, ¡nos leemos en la próxima!



Roger Valls Martínez

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