¿Cómo saber si mi loro goza de bienestar?
- Roger Valls Martínez

- 23 oct
- 12 Min. de lectura
Actualizado: 30 oct
Muchas personas que conviven con loros se preguntan si realmente su ave es feliz , si tiene una buena calidad de vida. A menudo, aunque tengamos las mejores intenciones, es difícil entender cuáles son las necesidades del animal salvaje que tenemos a nuestro cuidado, y mucho más saber si están siendo cubiertas. En esta entrada quiero profundizar en qué es el bienestar animal, cómo se interpreta y qué indicadores podemos tener en cuenta en psitácidas para evaluar, con cierto rigor, si nuestro loro goza de bienestar.
¿Qué es el bienestar animal?
A lo largo de los últimos años se ha extendido enormemente la preocupación de las personas por el bienestar de los animales que tienen a su cuidado y, de la misma forma, los movimientos en contra del maltrato animal cuentan cada vez con más adeptos. Y aunque es cierto que todas ellas son buenas noticias, a día de hoy la forma de maltrato más común de todas es el maltrato involuntario al que muchos cuidadores, a pesar de tener buenísimas intenciones, someten a sus animales por puro desconocimiento.
Porque, al fin y al cabo, maltrato no implica necesariamente ejercer un abuso o un daño físico deliberado, que es lo primero que nos suele venir a la mente. El maltrato puede derivarse de ofrecer al animal un ambiente que no reúne las condiciones necesarias para su bienestar y, de hecho, este tipo de situaciones están a la orden del día incluso entre los cuidadores más implicados, especialmente cuando hablamos de animales salvajes, como son las psitácidas.

Por tanto, una de nuestras mayores preocupaciones si tenemos un loro a nuestro cargo debe ser poder evaluar el grado de bienestar con el que vive el animal. Y para ello, debemos fundamentarnos en indicadores y metodologías que cuenten con una base científica y sean objetivos, de manera que no dependan de nuestras apreciaciones personales que, en muchos casos, pueden venir condicionadas por todo tipo de sesgos.
Lo primero, entonces, sería introducirnos en el concepto de bienestar animal que, de acuerdo con Broom (1986), podríamos definir como:
“El estado mental de un individuo en relación a sus intentos por afrontar el entorno en el que se encuentra”.
Es importante entender esta definición, puesto que es lo que determina de entrada la forma en la que se interpreta el concepto de bienestar animal a partir de los últimos años del siglo XX en adelante por parte de los expertos en la materia.
Los 5 dominios del bienestar animal
Si bien tradicionalmente, a la hora de interpretar y evaluar el bienestar de un animal o un grupo de estos, se recurría al modelo de las “5 libertades del bienestar animal”, desarrollado por el Farm Animal Welfare Council (FAWC) en los años 70, actualmente ha empezado a cobrar protagonismo el modelo de los “5 dominios del bienestar animal”, propuesto por Mellor y Reid (1994), y actualizado en 2020 (Mellor et al.), en sustitución del primero.
El modelo de los 5 dominios define, primeramente, 4 dominios basales que agrupan los distintos factores físicos o funcionales que generan los estímulos que el animal percibe:
Alimentación: tipología, cantidad, calidad y variedad de alimentos en dieta, disponibilidad y calidad del agua.
Ambiente: entramado y estructuras que conforman el hábitat, materiales, temperatura, humedad.
Salud: presencia o ausencia de enfermedades, de lesiones, condición corporal, dolor u otra dolencia de salud.
Comportamiento: expresión de comportamientos de forrajeo, exploratorios, conductas sociales, inactividad, descanso.
Según este modelo, a lo largo de su vida un loro vive una serie de experiencias clasificadas en alguno de los 4 dominios físicos/funcionales. Cada una de estas experiencias es posteriormente procesada e interpretada por el quinto dominio, el Mental, que genera en el animal una serie de sensaciones y emociones que pueden ser positivas o negativas en función del evento y de cómo lo experimente el propio individuo. Y es precisamente la condición del dominio mental a corto, medio y largo plazo lo que determina su grado de bienestar, de acuerdo con la definición acuñada por Broom.

Por ejemplo, si a nuestro loro le ofrecemos una cantidad de alimento demasiado reducida, al cabo del día terminará padeciendo hambre, que es una sensación negativa y que, por tanto, contribuye a disminuir su bienestar, especialmente si se repite día tras día. Lo mismo sucede con cualquier otra sensación negativa: muchos loros sufren de hiperapego hacia sus cuidadores y, cuando la ansiedad por estar separados de éstos es intensa y se repite a diario, podemos estar seguros de que su nivel de bienestar se encuentra por debajo de lo aceptable.
Así pues, si queremos medir el nivel de bienestar de nuestro loro, hemos de ser conscientes de que este depende exclusivamente de cómo el individuo percibe su entorno y la forma en que se relaciona con él. La tendencia de simplificar o generalizar en lo que se refiere a los requerimientos de estos animales es una aproximación del todo errónea a su bienestar. Este tipo de premisas asumen que existe un entorno y unas pautas de cuidado y manejo ideales que satisfacen a todas o buena parte de las psitácidas por igual, poniendo el foco en el ambiente y no en el propio animal a la hora de evaluar el bienestar. O si no, decidme: ¿no os son familiares afirmaciones como "la jaula de tu loro debe contar con estos elementos dispuestos de esta forma", o "este alimento debes dárselo a tu loro x veces por semana", o "los loros necesitan 15 minutos de entrenamiento al día"?
Cuando, precisamente, el ambiente, cuidado y manejo que resultan idóneos para un animal pueden ser completamente inapropiados para otro de características aparentemente muy similares. La impronta, los hábitos y aprendizajes adquiridos a lo largo de su vida, así como sus capacidades físicas, mentales y sociales, son algunos de los factores que determinan las necesidades que en realidad deben ser cubiertas en cada individuo para garantizarle un nivel de bienestar elevado.
Introducir a un loro, sea de la especie que sea, en una gran voladera en convivencia con otros de su misma especie parece un escenario ideal. Sin embargo, si se trata de un individuo con impronta humana y que ha vivido toda su vida como animal de compañía en una jaula dentro de casa, la situación resultará catastrófica, ya que no está preparado para afrontar semejante entorno. Es por eso que, aunque el entorno sea aquello sobre lo que los cuidadores tenemos la capacidad de actuar, a la hora de evaluar el bienestar de un animal no podemos fundamentarnos en indicadores que pongan el foco en este (indicadores ambientales), sino en indicadores centrados en el individuo.

Aunque hay otras tipologías de indicadores de bienestar —como los fisiológicos o los ya mencionados indicadores ambientales—, los más acertadamente utilizados por cuidadores en contextos profesionales y, por tanto, los que considero más útiles también en el ámbito doméstico son los conductuales y los físicos.
Midiendo el bienestar a través del comportamiento
La conducta de un animal reúne el conjunto de comportamientos expresados como respuesta a los estímulos que percibe, y tiene por objetivo adaptarse de la mejor forma posible al entorno que le rodea. Dado que el bienestar de un animal corresponde a su estado mental en relación con los intentos por adaptarse a su entorno, estudiando su conducta podemos conocer hasta qué punto está teniendo éxito a la hora de hacerlo y, por ende, ser capaces de evaluar en cierta medida su nivel de bienestar.
Por ejemplo, uno de los indicadores comportamentales más sencillos de identificar son los comportamientos anormales, es decir, aquellos que no se corresponden con los que expresarían sus congéneres en estado silvestre, ya sea en forma, contexto, duración, intensidad o frecuencia. Como es evidente, el patrón de conducta de un loro cautivo nunca va a replicar con exactitud el de los individuos de su misma especie que viven en libertad, pero sí debería permitirle satisfacer sus motivaciones de forma apropiada y acorde a su naturaleza. Si esto no sucede, el animal actúa mediante la expresión de conductas maladaptativas como la hiperagresividad, el picaje o un patrón de vocalizaciones anormal, en un intento fallido por adaptarse a su entorno.
Y cuando esta situación y el estrés del que deriva se prolongan en el tiempo, la conducta del animal puede verse alterada de forma más permanente en lo que denominamos comportamientos anormales disfuncionales, que son aquellos que, además de ser desadaptativos, son expresados sin previsión, reflexión o finalidad alguna, como, por ejemplo, los movimientos estereotipados. Como cuidadores —e idealmente con la ayuda de un profesional especializado en comportamiento y rehabilitación— podemos identificar y determinar este tipo de conducta para entender cómo se ha originado y si, efectivamente, nos está indicando carencias en el bienestar del loro. Comportamientos como el picaje son claramente una manifestación de un nivel de bienestar pobre, por lo que en este tipo de casos hay que poner todos nuestros esfuerzos en entender las causas del malestar en el individuo para poder subsanarlas. Asimismo, y entendiendo a los loros como animales salvajes, es necesario proveerles de un entorno que les permita comportarse como tales.
Y de hecho, otra de las metodologías mas empleadas a la hora de evaluar el nivel de bienestar de los animales salvajes bajo cuidado humano es comparar su time-budget diario con el de sus semejantes de vida libre. El time-budget, también denominado activity Budget, es la proporción del tiempo diario que un animal invierte en las diferentes actividades o categorías de comportamiento que desempeña, como la locomoción, la alimentación, el descanso, las conductas de automantenimiento, etcétera. A grandes rasgos, podríamos asumir que a mayor similitud entre la distribución de sus actividades diarias y la de los loros silvestres, mayor podríamos considerar que es su nivel de bienestar.
Las categorías de comportamiento básicas en las que podemos dividir la conducta de un loro son las siguientes:
Social: comportamientos estrictamente sociales, como el acicalamiento mutuo (allopreening), la regurgitación (allofeeding), vocalización de contacto, contacto físico, intimidación, ataque, sumisión.
Alimentación: forrajeo de localización, extracción y manipulación del alimento, consumo de alimento y/o agua.
Movimiento: caminar, trepar, saltar, volar.
Mantenimiento: baños, acicalamiento (preening).
Manipulación: interacción con elementos del entorno sin una finalidad alimentaria ni reproductiva.
Reproducción: cortejo, cópula, anidación.
No actividad: sueño o descanso.
Aunque cuantificar rigurosamente el tiempo que un animal invierte en cada actividad puede ser una tarea compleja y requerir la asistencia de un profesional, cualquier persona con la ayuda de una cámara de videovigilancia puede iniciarse en el análisis del comportamiento de su loro. La figura de mas abajo muestra algunos valores que pueden servir de referencia para entender cómo podría distribuir su tiempo un loro promedio en el medio silvestre, aunque hay que tener en cuenta que estos deben ser sometidos a interpretación y no siempre pueden ser equiparables a las condiciones de los loros cautivos.

Además del time-budget, existen otras formas de evaluar el nivel de bienestar de nuestro loro. Su postura, sus expresiones faciales y, muy especialmente, el empeoramiento de estas a lo largo del tiempo también pueden resultar indicios inequívocos de un bienestar pobre si son interpretadas por un ojo entrenado. Sin embargo, para una persona poco experimentada en la observación e interpretación del lenguaje corporal de estos animales tan diferentes a nosotros, monitorear su calidad de vida a través de estas sutiles señales puede ser una tarea menos asumible.
Determinadas posiciones son evidentemente indicativas de malestar general, como la letargia (poco o nulo movimiento y ojos cerrados, con reducida atención a los estímulos ambientales), el embolamiento (plumaje esponjado que hace que el ave adquiera forma de bola, de ahí el nombre) y alas y cola caídos. Cuando identificamos estas señales en nuestras aves es fundamental acudir rápidamente a un profesional veterinario para someterlas a revisión. Si observamos movimientos o gestos extraños durante la locomoción, ya sea al caminar o al volar, debemos tratar de identificar las causas de dicha anomalía, ya que podría tratarse de una herida o lesión que esté mermando la calidad de vida del ave. De igual manera, su posición en los momentos de descanso puede darnos pistas acerca de cómo se encuentra. Un loro doblado o agachado, que no exhiba la postura erguida típica de las psitácidas, puede estar sintiendo dolor o algún tipo de malestar mientras está perchado.
Si vemos que está muy erguido, con las alas separadas del cuerpo y jadea agitadamente, significa que está tratando de maximizar el flujo de disipación del calor a través de la respiración y de las superficies de su cuerpo. En estos casos, su bienestar —¡y su salud!— podría estar viéndose comprometido por una temperatura ambiental excesivamente elevada, algo con lo que debemos tener especial cuidado si esta supera los 35 °C.
En cualquier caso, controlar la postura y la expresión facial de nuestros loros nos dará información muy valiosa acerca de cuáles están siendo sus sensaciones y percepciones en cada momento y, por tanto, nos permitirá tener un mejor conocimiento de su nivel de bienestar tanto a corto como a largo plazo.
Señales físicas del nivel de bienestar de un loro
Si el comportamiento es un reflejo de cómo el animal se relaciona con su entorno —y eso es lo que determina su bienestar—, la condición física muestra el efecto de dicha interacción en el físico del animal y, de igual manera, nos brinda información acerca de su calidad de vida.
Cualquier carencia en el bienestar de un loro tendrá repercusión en el aspecto o condición física de este. Y a su vez, estas anomalías producidas por un bienestar pobre son susceptibles de causar dolor, malestar o incomodidad al animal en el futuro, o bien de dificultar su adaptación al medio en el que vive, provocando, en cualquier caso, una retroalimentación en el empobrecimiento de su calidad de vida. Dicho de otra forma, cuánto más pobre es la calidad de vida de nuestro loro, peor condición física desarrollará, lo que a su vez, dificultará todavía más que goce de bienestar. Es un pez que se muerde la cola.
Por eso, la condición física de nuestros loros no solamente nos sirve a modo de indicador para evaluar su nivel de bienestar, también nos permite predecir potenciales problemas futuros y, por tanto, prevenirlos. Entre los indicadores físicos más importantes para evaluar el bienestar de un loro destacan la condición del plumaje y la condición corporal.

El plumaje no solo cumple una función estética: protege al ave frente a factores ambientales, le permite termorregular y es esencial para volar. Por eso, cualquier alteración, como falta de densidad en zonas clave, plumas rotas o un aspecto general deteriorado, puede indicar problemas de bienestar, como picaje, enfermedades infecciosas (por ejemplo, circovirus o poliomavirus) o deficiencias en el entorno, como mala alimentación, falta de humedad, entre muchos otros.
La condición corporal, por su parte, refleja el estado físico general del loro. Evaluar el peso y la musculatura de un ave permite identificar desviaciones respecto a su condición ideal, lo que puede alertarnos sobre problemas de salud, hábitos diarios inadecuados o deficiencias en la dieta. Llevar un control periódico del peso, en una frecuencia entre semanal y mensual, proporciona información objetiva y cuantificable sobre la condición corporal del animal, lo cual nos indica y, a su vez, tiene una repercusión directa en el bienestar del animal.


Como ves, son varios los parámetros físicos que podemos monitorear diariamente de forma muy sencilla en nuestros loros. Analizados conjuntamente y en paralelo al control de los indicadores de comportamiento, estos indicadores físicos serán capaces de ofrecernos una imagen muy representativa del nivel de bienestar de las psitácidas que tenemos bajo nuestro cuidado.
En definitiva, para saber si nuestro loro está viviendo una vida que merezca ser vivida, debemos observar más allá de lo evidente. Como digo, no basta con ofrecer un entorno amplio o una dieta adecuada: debemos fijarnos en cómo el animal percibe y se relaciona con su entorno a través de su comportamiento y su condición física como indicadores clave. Soy consciente de que es complicado poner esto práctica en casa, pues requiere de conocimiento técnico y, sobre todo, una buena dosis de tiempo. Si te interesa este tema y quieres que como profesional del cuidado, comportamiento y la rehabilitación animal, te lleve de la mano para encontrar y aplicar la metodología de evaluación de bienestar que mejor se adapta a ti y a tus animales, puedes contactarme aquí y hablamos de tu caso.
De lo contrario, solamente espero que este tema te haya parecido interesante y práctico, y puedas poner lo en práctica si es que tienes loros —o cualquier otro animal— a tu cargo. Muchas gracias por leerme, déjame tus apuntes o dudas en los comentarios para que podamos debatir, y como siempre digo, ¡nos leemos en la próxima!
Roger Valls Martínez
BIBLIOGRAFÍA
Broom, D. M. (1986). Indicators of poor welfare. British Veterinary Journal, 142(6), 524–526.
Mellor, D. J., & Reid, C. S. W. (1994). Concepts of animal well-being and predicting the impact of procedures on experimental animals.
Mellor, D. J., Beausoleil, N. J., Littlewood, K. E., McLean, A. N., McGreevy, P. D., Jones, B., & Wilkins, C. (2020). The 2020 Five Domains Model: Including Human–Animal Interactions in Assessments of Animal Welfare. Animals, 10(10), 1870.
Reid, C. (2008). Exploration-avoidance and an anthropogenic toxin (lead Pb) in a wild parrot (Kea: Nestor notabilis) [Doctoral dissertation, University of Canterbury]. University of Canterbury Research Repository.





Roger, cada cez que te leo y no es la primera vez, sé que no debería de tener aves en cautividad. Tengo 2 ninfas , una perrita y cinco agapornis que "conviven" juntos en una volsdera de 2x2x2. Mis ninfas no viven tranquilas , los agapirnis demasiado enérgicos para ellas. La periquita y uno de los agapornis que ellos mismos han desterrado son viejitos. Necesito más espacio y más dinero. Sufro por ellos, de verdad que me desvive para que tengan calidad de vida pero creo que no lo estoy consiguiendo. Tus textos me ayudan muchísimo. Muchas gracias!