La afirmación de que los loros “son aves de una sola persona” cuando viven en un entorno humano está muy extendida por entre la comunidad de personas que conviven con estos animales. Y aunque desde un punto de vista empírico es bastante cierta, porque es lo que suele verse habitualmente, no tendría porqué ser del todo así.
Entre el mito y la realidad
Aunque no es sencillo, especialmente si se pretende conseguir con un ave ya adulta con otras tendencias, los loros deberían poder mantener relaciones sociales positivas con todos los miembros del hogar.
La creencia de que los loros tienen una tendencia natural a ser animales inclinados a relacionarse con un solo individuo proviene probablemente del hecho de que en la naturaleza son generalmente consideradas aves monógamas. Esto significa que mantienen un vínculo de pareja con un solo individuo, con el que generalmente procrean y crían a su descendencia de forma conjunta. Y aunque esto es cierto, también lo es que no siempre son aves sexualmente monógamas, es decir, pueden tener encuentros con otras aves fuera de su pareja, que es relativamente común que cambien de pareja a lo largo de su vida, en especial en su juventud, y que suelen hacer vida en muchas circunstancias dentro de grupos familiares o no familiares de varias decenas o incluso centenares de individuos.
Todo esto, nos viene a indicar que los loros no son animales “programados” para relacionarse exclusivamente con otro individuo y crear un único vínculo social. Al contrario, son animales perfectamente capaces de integrarse en grupos sociales complejos y de aprender a relacionarse de forma apropiada con cada uno de los individuos que los conforman. Entonces, ¿por qué cuando tenemos loros a nuestro cargo es común que aparezca en ellos esta inclinación a relacionarse solamente con un individuo? Si hablamos a grosso modo, podríamos atribuirlo a dos causas principales.
Una socialización inapropiada
El periodo de impronta y socialización, que tienen lugar en las edades más tempranas, son claves para el futuro desarrollo cognitivo y social de los animales. Loros socializados inadecuadamente suelen manifestar problemas de neofobia, deficiencias en sus habilidades sociales y muchas veces no reconocen su propia especie, improntándose en otras especies (como el humano) o incluso en objetos.
Por lo general, los loros que llegan a nuestros hogares son animales que provienen de criaderos dedicados a la crianza de aves para su tenencia como animales de compañía. Un buen criador debe asegurarse de que los animales que entrega no sólo estén sanos y hayan sido criados a mano, sino que deben haber sido expuestos a lo largo de todo el proceso de crianza a una gran variedad de estímulos, tanto físicos (alimento, objetos, ambientes...) como sociales (humanos y otras aves de la misma y, si se tercia, otras especies). La socialización con otros congéneres y el destete en bandada (y no en solitario, como suele ocurrir cuando el animal se entrega a su futura familia antes de ser destetado) son importantes, ya que permiten que los loros aprendan a identificarse y a comportarse como loros que son. Esta parte de la socialización es lo que les permitirá aprender a comunicarse con otros, a jugar y a forrajear, y por tanto, a ser animales más sociables pero a la vez menos dependientes.
Una vez el lorito destetado y emplumado (si se ha hecho correctamente) llega a casa con su bandada humana, es fundamental que no sólo socialice con un único cuidador, sino que lo haga regularmente y de forma similar con todos los miembros del hogar. Cuando digo que debe hacerse de forma parecida, me refiero a que debe existir un consenso entre todos los integrantes humanos de la familia con respecto a cómo deben relacionarse con el animal. El hecho de que se produzcan diferencias notables entre el comportamiento de unos y otros, así como con respecto al tiempo que cada uno pasa con el loro, probablemente provocará una socialización preferencial en este periodo crítico, en que el animal tenderá a no sentirse igual de cómodo socializando con todos los miembros de la familia.
En la naturaleza, el periodo inmediatamente posterior al emplumado y al destete es cuando los polluelos emergen del nido y empiezan a relacionarse con individuos de fuera de su grupo familiar, es decir, sus padres y hermanos. En este momento es cuando comienzan a formar vínculos sociales con varios individuos y aprenden a desarrollar un catálogo de comportamientos y habilidades sociales más amplio y complejo. En nuestro hogar debería suceder algo parecido en este periodo tan importante del crecimiento del animal, y es esencial que lo reconozcamos e implementemos una estrategia conjunta en familia para satisfacer las necesidades de aprendizaje social del pequeño lorito.
Es importante por ende que nadie en la familia quiera “hacer la guerra por su cuenta” para convertirse en el humano preferido del animal. A todos nos gusta sentirnos queridos y especiales, pero si verdaderamente estamos pensando en el bienestar futuro del animal, no haremos por ser más (ni menos) que los demás ni, por tanto, para propiciar favoritismos; el objetivo es que el animal no prefiera a uno de nosotros por encima de los demás.
De lo contrario, nos encontraremos con un animal con deficiencias a la hora de socializar con otros: siempre tenderá a seleccionar a su individuo preferido, creando una relación de dependencia hacia este y, además, rechazando a todos los demás. Me he encontrado con muchísimos casos así cuando he trabajado en la rehabilitación social de psitácidas: los animales con este tipo de carácter siempre tienden a comportarse de esta misma forma, incluso cuando han sido capaces de “deshumanizarse” e integrarse en una vida en convivencia exclusiva con otras aves. Cuando encuentran pareja, suelen refugiarse exclusivamente en ella, evitando relacionarse con otros individuos, y además, se muestran más posesivos con respecto a sus parejas que las aves que fueron correctamente socializadas.
El emparejamiento involuntario
El otro factor que predispone a estos animales a tener relaciones sociales unidireccionales en casa es la creación de vínculos de pareja entre el loro y uno de sus cuidadores humanos. Y, de hecho, esta es una de las causas más comunes del principal problema de comportamiento en loros que viven como mascotas, que son las agresiones, así que considero que es un asunto importante.
Es prácticamente inevitable que estímulos ambientales como cambios en la temperatura, la humedad o el fotoperiodo, por ejemplo, desencadenen motivaciones de emparejamiento y reproductivas en el animal en determinados momentos del año. Los comportamientos derivados de esto, aun siendo naturales, pueden ser del todo indeseados en casa, pues en muchos casos el animal establecerá “zonas nido”, buscará emparejarse, y en consecuencia, percibirá a otros como intrusos y defenderá su sitio de anidación y a su “pareja” de los “competidores”.
Como digo, hasta cierto punto es normal que este tipo de situaciones se produzcan estacionalmente desde que el loro se hace adulto. Sin embargo, lo que no debemos hacer es promover nosotros este tipo de comportamientos. Ninguno de los cuidadores debería fomentar la creación de un vínculo de pareja del animal hacia sí.
Esto se consigue limitando el acicalado humano-animal, tanto en tiempo (hay que minimizarlo o repartirlo entre cuidadores en la medida de lo posible) como en forma, pues no suelen interpretar de la misma manera que les acaricien en la cabeza que en otras partes del cuerpo (como en la espalda, la rabadilla o bajo las alas), en las que el ave pueda percibir una intención sexual. Asimismo, es fundamental incrementar la socialización con otros humanos (al margen del cuidador principal), variar las formas de socialización (juego, entrenamiento, salidas al exterior…), evitar ofrecer al animal potenciales sitios de anidación (nidos o cualquier lugar cerrado y oscuro) y ofrecerle numerosas oportunidades para el juego independiente y, especialmente, el forrajeo.
Estas estrategias no son garantía de que el loro no tenga preferencias entre sus convivientes. De hecho, y como sucedería en la naturaleza, es probable que siempre exista algún individuo preferido entre ellos. Sin embargo, nuestra forma de criarlos y nuestra forma de relacionarnos con ellos determina en gran medida hasta qué punto sus tendencias y comportamientos naturales se convierten en un problema insalvable o no. Por eso, creo que es indispensable entender su biología y ser capaces de trabajar todo el núcleo familiar hacia una misma dirección si aspiramos a convivir con loros y a otorgarles calidad de vida durante las varias décadas (pocas o muchas) que estarán a nuestro cargo.
Espero que esta entrada te haya resultado interesante y útil, si es que tienes loros a tu cargo. Si no, me conformo con que te haya parecido interesante. En cualquier caso, te animo a dejarme tus dudas y comentarios abajo, como siempre. ¡Un abrazo y nos leemos en la próxima!
Roger Valls Martínez
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