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Foto del escritorRoger Valls Martínez

5 motivos para no alimentar a la fauna silvestre

Ya sea en el ámbito de la cautividad o en plena naturaleza, el ser humano muestra una fuerte inclinación a interactuar y, en particular, a alimentar a los animales, independientemente del animal que sea y de si lo necesita o no. Quizás sea porque nos encanta ser el centro de toda actividad, o quizás sea sencillamente por el fenómeno conocido como biofilia. En cualquier caso, alimentarlos puede no ser una buena idea en muchos casos y en este artículo me voy a centrar en porqué no habría que hacerlo en su ambiente natural.



¿A qué me refiero cuando hablo de “no alimentar a la fauna silvestre”?


Primero de todo me gustaría aclarar a qué tipo de situaciones me refiero cuando hablo de “alimentar a la fauna silvestre en su ambiente natural”. Cuando cerca de casa nos encontramos con que pasa con frecuencia una familia de jabalíes y decidimos ofrecerles alimento, cuando nos encontramos con animales en un espacio natural protegido y decidimos darles lo que nos sobra del bocadillo o incluso cuando decidimos llenar nuestro patio trasero de comida para aves, podemos estar haciendo un flaco favor a los propios animales a los que tratamos de beneficiar.



En todos los espacios naturales protegidos que he visitado en Costa Rica está prohibido alimentar a la fauna silvestre. - Fotografía de Noelia Sánchez.


Evidentemente, quiero remarcar que no todas las acciones son susceptibles de causar problemas y, en caso de hacerlo, de causarlos en igual magnitud. De la misma forma que, en algunos casos, la alimentación de fauna silvestre puede no resultar perjudicial o, incluso puede llegar a ser beneficiosa. Pero estas iniciativas suelen ser casos puntuales, estar bien coordinadas entre los participantes y, además, muchas veces lideradas y supervisadas por profesionales.


En este caso, estoy hablando en términos generales, como es lógico, para que todos seamos un poco más conscientes de que nuestras acciones, por bondadosas que sean, pueden tener un efecto negativo sobre los animales y, si consigo que alguien se lo plantee dos veces antes de hacerlo, ¡ya me doy por satisfecho!


Me dispongo pues a explicar y ejemplificar cada uno de los efectos negativos que puede tener alimentar a la fauna salvaje en su ambiente natural, tanto para la propia fauna, como para nosotros, los humanos, así como para los ecosistemas que ambos ocupamos/disfrutamos:



1. Malnutrición


Los alimentos proporcionados por los humanos no tienen porqué ser equilibrados o, dicho de otra forma, apropiados para satisfacer las necesidades nutricionales de los animales que los consumen. Y de hecho, no suelen serlo. ¿O es que acaso un bocadillo de chopped o unos ganchitos se parecen en algo a cualquier cosa que comería un animal en su hábitat natural? Los alimentos que, por lo general, sí lo son, son aquellos que los propios animales encuentran en su entorno, aquellos que conforman sus respectivas dietas silvestres.



Dos monos capuchinos (Cebus capucinus), una madre y su cría, comiendo pan de molde en el Parque Nacional Cahuita. - Fotografía de Noelia Sánchez.


Una dieta inapropiada puede dar lugar a múltiples problemas de salud, derivados de carencias o excesos de determinados nutrientes esenciales, no solo para su salud general, sino también para su reproducción y crecimiento. Alimentando a los animales salvajes, podemos estar afectando negativamente a su fertilidad, así como al correcto desarrollo de las crías cuando las hubiera (posiblemente, serán alimentadas indirectamente con nuestra comida, aunque no se la estemos ofreciendo directamente a ellas), con lo cual, no solamente estaremos reduciendo la esperanza de vida de los individuos, sino también la tasa de reproducción de la población en cuestión.



2. Desplazamiento de la conducta de forrajeo natural


La conducta de forrajeo y alimentación de los animales involucra componentes tanto innatos como aprendidos. Y, de hecho, en muchos casos la parte aprendida cobra mucho más peso que la innata, sobre todo en especies de mayor desarrollo cognitivo e intelectual, cuyo comportamiento suele ser maleable para adaptarse mejor a entornos cambiantes.


Así pues, cuando damos comida a unos animales silvestres, estamos modificando el ambiente en el que viven, creando nuevas oportunidades alimentarias, las cuales contribuirán a que su comportamiento vaya cambiando hasta empezar a adquirir hábitos no naturales entre ese conjunto de animales.



Lapa verde (Ara ambiguus) expresando un comportamiento de forrajeo natural entre las copas de los árboles en las inmediaciones de Manzanillo, Limón (Costa Rica). - Fotografía de Noelia Sánchez.


Puede que llegue el día, por ejemplo, en el que la población de jabalís de las afueras de una ciudad, tras varias generaciones dependiendo por completo de alimento de origen humano, ni siquiera sean capaces de encontrar alimento por sí mismos en el bosque, como sería su conducta natural. En este supuesto tenemos el ejemplo perfecto de una población de animales salvajes cuya conducta de forrajeo natural habría sido desplazada por otra hasta perder la capacidad de subsistir en situaciones en las que no hubiese disponibilidad de alimento de origen humano.



3. Aglomeración poblacional


La provisión de nuevas oportunidades alimentarias para una especie determinada en un área muy concreta suele implicar el incremento de la densidad poblacional en dicha zona. Este hecho, al ir asociado además a cambios en la conducta normal de la especie, puede hacer que los individuos en cuestión sean más vulnerables a la depredación, pues la especie que se encuentra inmediatamente por encima de ellos en la red trófica encontrará (en paralelo a la que ellos mismos han encontrado) una perfecta oportunidad para conseguir alimento con el menor esfuerzo.


Por no mencionar los problemas sanitarios que pueden derivarse del incremento anómalo de la densidad de animales de una misma especie en un determinado espacio. La probabilidad de contacto directo o indirecto entre individuos se multiplica en estas situaciones y, con ello, incrementa la probabilidad de transmisión de enfermedades entre ellos.


¡Pero es que todavía hay más! Cuando este fenómeno ocurre en espacios urbanos o frecuentados por el humano, en los que el contacto entre este y la fauna (ya sea de forma directa o indirecta) es más la norma que la excepción, se maximiza el riesgo de propagación de enfermedades zoonóticas de unos a otros y a la inversa.


Estas (y algunas otras) pueden ser las consecuencias negativas de efecto casi inmediato de la aglomeración poblacional en un determinado espacio, por lo que se debe tener muy claro que alimentar a la fauna silvestre puede tener resultados nefastos para los animales a los que se pretendía ayudar, más allá de los efectos en apariencia positivos a corto plazo.



4. Alteración del ecosistema


Ya he comentado los cambios que suelen producirse en el comportamiento de los animales a raíz de la introducción de nuevas fuentes de alimento en el sistema. Sin embargo, no he mencionado que la conducta alimentaria de una población puede ir estrechamente relacionada con la conducta reproductiva, con la selección de hábitat o con la conducta migratoria de la misma, por ejemplo.


Al alimentar a un grupo de aves en la calle podemos estar cambiando drásticamente su comportamiento, el espacio que ocupa y, en general, su forma de vivir. Y esto, puede comprometer su supervivencia como individuos, como población y, en última instancia, como especie. También puede que no sea así, por supuesto, pero deberíamos tener claro qué estamos haciendo cuando tratamos de ayudar a los animales, para asegurarnos de que no estamos consiguiendo justo lo contrario.



En ciertas regiones de Costa Rica, la fragmentación del hábitat ha dado lugar a la creación de ecosistemas en parche con ausencia de depredadores para algunas especies, con lo que estas están proliferando en determinadas zonas más de lo que deberían. - Fotografía de Noelia Sánchez.


En el “mejor” de los casos, cuando no perjudicamos a una población, podemos estar beneficiándola en exceso. La capacidad de carga de una población es la cantidad de individuos de una determinada especie que un ecosistema es capaz de sostener a lo largo del tiempo con los recursos que puede ofrecerle. Si nosotros alteramos este parámetro a través del incremento de la cantidad de alimento disponible, podríamos (entre otras cosas):


  1. Poner en riesgo a la población de la propia especie, pues cuando el recurso limitante no sea el alimento, puede que lo sea otro, generando competencia intraespecífica, favoreciendo la transmisión de enfermedades por hacinamiento, etcétera.

  2. Poner en riesgo la población de otras especies. Por ejemplo, si beneficiamos a un herbívoro alimentándolo en una época del año, su población podría crecer de manera que en los momentos en los que tuviera que alimentarse “de forma natural”, acabaría con todos los recursos vegetales de la zona, los cuales también sirven de alimento para otras especies, que se verían perjudicadas.


Cualquiera de estos cambios en las redes tróficas puede resultar catastrófico, pues cada especie ocupa un determinado nicho en el ecosistema y, en el momento en que alteramos el funcionamiento de una de ellas, pueden ocurrir una serie de efectos en cascada que terminen dañando enormemente la salud del ecosistema en su totalidad.



5. Conflictos con humanos


Soy consciente de que muchos de los puntos que estoy tratando se solapan entre sí, pero es que al final, los efectos de alterar el entorno de una población animal van ineludiblemente ligados al modificar su forma de interactuar con el mismo. Y, si de verdad pretendemos ayudar a los animales silvestres, debemos saber que son pocas las ocasiones en las que desviar su conducta respecto de la natural les va a resultar de ayuda.


En un entorno en el que reside fauna silvestre en convivencia con el ser humano, el equilibrio entre ambos mundos suele pender de un hilo y cada acción por nuestra parte, tendrá consecuencias. Centrándonos en el tema que nos ocupa: si parte de las personas que coexisten con la fauna se dedican a alimentarla (ya sea de forma directa o indirecta), el primer efecto que tendremos en este sistema es la aproximación y acumulación de fauna silvestre (de una o varias especies) en el área, como explicaba en un punto anterior. Inevitablemente, esto puede dar lugar a conflictos entre los propios animales o, lo que es peor, entre estos y el humano. Véase el caso de tantas especies de aves que frecuentan los campos de cultivo para conseguir alimento fácil, o el de los jabalíes, formando parte ya del ecosistema urbano de la periferia de grandes ciudades como Barcelona. Estos son solo algunos ejemplos de los conflictos que pueden darse entre la fauna silvestre y el ser humano cuando ocupan un mismo espacio.


De hecho, incluso en entornos primordialmente naturales (entiéndase naturales como lo opuesto de antrópicos) pueden darse conflictos por este mismo motivo cuando la afluencia de personas es más o menos habitual. Una situación que he vivido recientemente es la que se me viene a la cabeza para ejemplificar esto. Hace poco he estado en Costa Rica y he podido visitar numerosos espacios naturales en los que la afluencia de público es más o menos común, ya sean parques nacionales, reservas de fauna u otros lugares de naturaleza análoga. 


He podido observar que la cercanía de los animales hacia los humanos era, generalmente, directamente proporcional a la afluencia de público visitante: a más gente, más solían acercarse (o menos se alejaban) los animales. Entiendo que esto es meramente producto de la habituación por parte de la fauna a la presencia humana. Sin embargo, ha habido un parque nacional en concreto (no particularmente concurrido) en que, no solamente muchos animales no tenían problema en aproximarse a la gente, sino que además, pude presenciar más de un conflicto entre ambas partes (todos los conflictos fueron con monos capuchinos). Qué casualidad que se tratara del único espacio de estas características que visité en el que, aunque había carteles de “no alimentar a los animales”:


  1. Permitían a los visitantes la entrada de alimento desde el exterior.

  2. Había instaladas numerosas áreas de pícnic (no protegidas frente a la entrada de animales) repartidas por el recorrido.


A continuación te dejo un par de escenas para que entiendas a qué me refiero con conflictos (¡y aquí, por suerte, la historia no terminó mal del todo para nadie!).





Y es que si alimentar a la fauna de forma indirecta ya puede acarrear problemas, hacerlo directamente, ofreciéndoles comida uno mismo, es el acabose. Así es como los animales se habitúan a conseguir su sustento del humano y, cuando este no quiere/puede dárselo, el conflicto puede escalar hasta llegar a la agresión, lo cual es un problema inmediato para el humano, pero sobre todo, puede serlo a largo plazo para el animal “agresor”. Así que no, de nuevo no se le está haciendo un favor a nadie dándole comida al animalito, más bien al contrario 🙂



Y bien querido lector, hasta aquí llega esta entrada que espero que te haya resultado interesante y que te haya hecho reflexionar un poco acerca de tu comportamiento para con los animales silvestres con los que tengas la oportunidad de interactuar en un futuro. Para cualquier duda o comentario, ¡déjamelo en la sección de comentarios!



Roger Valls Martínez

50 visualizaciones3 comentarios

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3 Comments


Laura Valero
Laura Valero
Feb 07

Jo, cuánta información tan valiosísima, tengo una duda: ¿Sucede lo mismo con el agua? Es decir, si por ejemplo durante los meses más cálidos que es cuando más sufre la fauna silvestre los efectos de una sequía cada vez más dura proporcionamos agua fresca y limpia a diario, ¿puede llegar a suponer un problema la retirada posterior de este recurso? Al igual que con la comida, ¿dejarían de desarrollar en algún momento la capacidad de búsqueda de fuentes de agua?

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Roger Valls Martínez
Roger Valls Martínez
Feb 11
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En cualquier caso en el que modifiquemos el ambiente, es una situación susceptible de modelar el comportamiento de la fauna. Eso no tiene porqué ser malo. En un momento como el actual, de tanto cambio en tan poco tiempo, puede ser de ayuda para ella, en casos como el que comentas, por ejemplo. Pero es importante que la gente sea consciente de que está condicionando el comportamiento de los animales y hay que reflexionar sobre cómo hacemos las cosas en este sentido. Puede ser bueno seguir recomendaciones de organismos o entidades expertas, cuyas recomendaciones y pautas están basadas en el conocimiento científico, por ejemplo, como SEO Birdlife. De esta forma, estaremos ayudando a la fauna de forma organizada y fundamentada…

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paulosky66
Jan 25

Gracias! Lxs humanxs somos tan inconscientes a veces....

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