Aunque hay muchísimas estrategias de conservación que pueden aplicarse para la protección de especies y ecosistemas, la cría en cautiverio es una de las primeras cosas que se vienen a la mente de la mayoría de personas al hablar de este tema. Así pues, en esta entrada me gustaría repasar qué estrategias existen para que la cría en cautividad juegue un papel en materia de conservación.
¿Qué entendemos por conservación?
"Conservación" es un término que todos entendemos como bueno, pero que pocas veces nos paramos a analizarlo con detenimiento. Personalmente, entiendo la conservación como la protección del medio ambiente, el cual se conforma por todos los ecosistemas de los que nuestro planeta se compone. Un ecosistema es un sistema (valga la redundancia) conformado por un conjunto de comunidades biológicas (animales, plantas, microorganismos...) y entorno físico (suelo, agua, clima...) interactuando entre sí en un espacio concreto.
Y en este contexto, es conveniente preguntarse ¿por qué deberíamos hacerlo? ¿Qué nos lleva a preocuparnos por proteger el medio ambiente y todos aquellos elementos que lo conforman? Lo cierto es que pocas veces nos preguntamos qué hay detrás de los ideales o iniciativas conservacionistas. Nos limitamos a darlas por buenas, pues hemos dado por válido el dogma de que conservar la naturaleza entra dentro de los estándares de lo que entendemos como "lo bueno".

Personalmente, creo que el principal valor que para nosotros, los humanos, tiene la preservación del medio ambiente es que es indispensable para el progreso y el bienestar de nuestra especie, pues por suerte o por desgracia, el desarrollo de nuestras sociedades depende de la salud de nuestro planeta y de sus ecosistemas, así como de la disponibilidad de sus recursos naturales. La preservación de los ecosistemas es fundamental nosotros, como sociedad, y para nuestro bienestar como individuos (y el de los que conformarán las generaciones futuras).
Como es bien conocido, los ecosistemas están conformados por "piezas" vivas (seres vivos y las relaciones entre ellos) o inertes, que les dan forma y hacen que cada uno de ellos funcione de la forma en que lo hace. Los esfuerzos de conservación pueden ir destinados a mejorar una de estas piezas (una sola especie, o un factor abiótico, como el suelo o el agua de una determinada área) o varias de ellas (dos especies íntimamente relacionadas entre sí y codependientes, por ejemplo). También pueden destinarse a proteger, de forma genérica, el ecosistema en un área específica (como el establecimiento de zonas protegidas). O incluso pueden centrarse en solucionar relaciones problemáticas entre el ser humano y cualquiera de los factores que conforman el ecosistema (combatir el tráfico ilegal, ofrecer alternativas a la economía basada en la deforestación, etcétera). Existen mil formas de conservar ecosistemas y no quiero hablar de forma general de todas ellas, ni sumergirme en las implicaciones éticas que pueden derivarse de los esfuerzos por conservar el medio ambiente. No al menos en este artículo. Hoy vengo a hablar específicamente de la cría en cautividad como estrategia de conservación.
Mencionar, antes de entrar en materia, que no tengo en consideración como un esfuerzo de conservación la cría en cautividad para satisfacer el mercado de mascotas. A pesar de que se ha propuesto, y a menudo se asume, que la cría en cautiverio puede reducir la presión por captura ilegal sobre las poblaciones silvestres, esto no siempre es así y sus efectos pueden ser difíciles de predecir, tal como se resume en el esquema de más abajo. Por ello, en este artículo me centro en hablar de las estrategias de conservación cuya finalidad última es la conservación de especies (del reino animal en este caso).

Cría en cautividad para preservar un pool genético
A día de hoy, buena parte de los zoológicos participan en este tipo de programas de conservación. La cría en cautividad en establecimientos como zoológicos y otros centros de cría ex-situ (fuera del área de distribución geográfica original de la especie que se pretende conservar) puede ser de gran utilidad en algunos casos de cara a la preservación de determinadas especies.
Cuando se habla de cría para conservación, todo el mundo piensa en introducir a los ejemplares nacidos en cautividad a la naturaleza. Sin embargo, esto no siempre tiene porqué ser así, por lo menos a corto plazo. Cuando la tendencia poblacional de una especie es decreciente y la previsión es que en un futuro se encuentre en situación crítica, tiene sentido trabajar en preservar un banco genético de animales vivos. Animales que, en su conjunto, aseguren un pool genético que garantice que la población de la especie que se mantiene en cautividad preserva el fitness de sus poblaciones silvestres y es lo suficientemente diversa para evitar problemas de endogamia. De esta forma, si en algún momento fuera necesario reintroducir o repoblar la especie, se dispondría de un banco de individuos genéticamente sanos y aptos para volver a formar parte de los ecosistemas de los que habían desaparecido.

Evidentemente, los principales esfuerzos en materia de conservación en casos como el mencionado deben enfocarse en minimizar o paliar los efectos del causante del problema, como pueden ser la deforestación, la captura ilegal o la contaminación de las aguas, entre muchos otros. La prioridad a la hora de conservar debe ser siempre proteger la salud de los ecosistemas en su totalidad antes de llegar al punto de necesitar reintroducir individuos de especies que pudieran haber desaparecido.
El principal objetivo técnico de estos programas pues, es mantener en cautividad y a lo largo del tiempo una población estable de animales de una determinada especie amenazada o en previsión de estarlo, conservando la diversidad genética y los rasgos que la hacen adaptable a su medio silvestre. Esto implica que la reproducción tiene lugar de forma selectiva, requiriendo en muchos casos de análisis genéticos para asegurar la combinación entre los genotipos más apropiados. Para tal fin, otro requisito indispensable que deben cumplir estos programas es trabajar con especies bien establecidas en cautividad, que cuenten con poblaciones lo suficientemente numerosas y genéticamente diversas como para garantizar la viabilidad del programa.
En resumen, la cría en cautividad para preservar un pool genético futuro:
Es útil en especies o poblaciones para las que se prevé un futuro incierto o que se dirigen hacia la extinción con cierta certeza. Así como para especies con poblaciones bien establecidas en cautividad y que cuenten con la diversidad genética suficiente.
Consiste en mantener a través de la reproducción una población con un genotipo con elevado fitness y genéticamente diversa, para que su posterior introducción al medio silvestre (en el caso de ser necesaria) fuera viable.
Suele involucrar proyectos de conservación ex-situ, muy comúnmente en zoológicos.
Cría en cautividad para reintroducción o repoblación
Como sabemos, la conservación de ciertos ecosistemas no siempre ha sido posible. Hay muchos casos en los que determinadas regiones han sido tan alteradas por el ser humano, que determinadas especies han sido llevadas a desaparecer. Cuando una especie se declara extinta en una determinada región (o extinta por completo), o bien, cuando sus números son tan escasos como para que el sistema se comporte como un sistema estocástico (que dependa no solamente de eventos predecibles, sino que lo haga también en gran medida de eventos aleatorios, como epidemias, catástrofes meteorológicas, etcétera), pueden tener sentido los proyectos de cría en cautividad para introducción de ejemplares al medio. Desde luego, cuando una especie sigue siendo abundante global o localmente, pero su hábitat está viéndose afectado negativamente por la acción humana, gastar recursos en programas de liberación de individuos al medio (mientras el medio se va al garete) es una estrategia que no tiene ni pies ni cabeza.

Cuando hablo de que en casos de especies con poblaciones muy reducidas "puede tener sentido" la cría para liberación, es porque aunque puede tenerlo, no siempre tiene porqué ser así. En ecosistemas altamente degradados, por ejemplo, los esfuerzos de conservación deben concentrarse exclusivamente en la protección y restauración de las funciones básicas del ecosistema, para que este no continúe degradándose y, al contrario, vaya recuperando su funcionamiento normal. Si el ecosistema no es capaz de proveer a una determinada especie de los recursos que esta necesita para sobrevivir y establecerse (que, como mínimo, la población se mantenga a lo largo del tiempo y que, idealmente, crezca), no tiene sentido invertir recursos en reproducir, preparar y liberar individuos al medio que no serán capaces de prosperar como especie ni de ejercer su rol en un ecosistema tan degradado.
Como es lógico, este tipo de proyectos consisten en reproducir individuos para su posterior liberación al medio silvestre, con el objetivo de reintroducir una especie en un lugar de donde había desaparecido, o repoblar un área que cuente con poblaciones muy escasas y vulnerables a fenómenos no predecibles, como he comentado más arriba. Generalmente estos proyectos son llevados a cabo in-situ, en el lugar donde se prevé liberar a los animales, evidentemente debido al sinsentido que supondría reproducir y preparar animales en un lugar para liberarlos en la otra punta del mundo, con los consiguientes gastos y riesgo para los animales que de ello se derivan.
Muchos de estos proyectos trabajan con individuos procedentes de cautiverio, o bien, con individuos rescatados pero irrecuperables, que no pueden ser liberados. Estos ejemplares son utilizados como reproductores, y sus descendientes son quienes son introducidos en el medio natural tras la correspondiente preparación física, mental y comportamental. En este caso, es la primera generación reproducida en cautividad la que es liberada al medio. Por ello, no es necesario generalmente llevar un control genético que asegure la diversidad de los genotipos producidos, pues no se pretende crear un reservorio genético que involucre a varias generaciones.
Una de las particularidades que determinan en mayor medida el éxito de este tipo de proyectos es el proceso de preparación de los individuos a liberar. Cada especie es distinta y, como consecuencia, se trata de un trabajo que puede ser más fácil o más difícil en función de la especie con la que se esté tratando, pero hacer un buen trabajo en este sentido es crucial para garantizar buenos resultados tras la suelta. Generalmente, las especies más complejas, aquellas de mayor desarrollo cognitivo y complejidad conductual, que muchas veces son además especies sociales, son las que requieren de un mayor esfuerzo de preparación. Este es el caso, por ejemplo, de aves psitácidas o primates.
En resumen, la cría en cautividad para liberación:
Es útil en especies o poblaciones muy reducidas o nulas, pero cuyos ecosistemas receptores (o potencialmente receptores) son lo suficientemente saludables como para permitir su establecimiento.
Consiste en reproducir individuos para introducirlos al medio silvestre lo mejor preparados para su subsistencia y reproducción posible.
Suelen ser proyectos in-situ, ubicados en emplazamientos en el corazón del ambiente receptor de los animales, los cuales a su vez, muchas veces son fuente de animales irrecuperables que pueden ser utilizados como reproductores.
Implicaciones éticas de la reproducción en cautividad
Ambas estrategias son útiles (cada una en su justa medida) para la preservación de especies en el medio silvestre. Sin embargo, me gustaría matizar algo que pocas veces se tiene en cuenta. La prioridad en conservación, como ya he comentado, debe ser la preservación de los ecosistemas en su totalidad. Ecosistemas que, entre otras cosas, están conformados por especies y por las relaciones que entre ellas se establecen. Pero el valor de una especie en sí misma y por sí sola, es 0. Una especie, sin el ecosistema del que debe formar parte, no vale nada. No tiene valor alguno.
Lo que sí tiene valor, son los individuos. Considero que los animales (¡y las personas!, pero no va de esto el tema de hoy) son seres sintientes y, como tales, considero que sus emociones deberían ser tenidas en cuenta a la hora de utilizarlos para cualquier fin. Porque no olvidemos que estamos hablando de utilizar animales (individuos, con su percepción del entorno y de sí mismos, con sus capacidades y preferencias, y con sus emociones y sentimientos) para proteger ecosistemas para disfrutarlos nosotros y nuestras generaciones futuras. Así que sí, creo que es aceptable utilizar individuos para conservar ecosistemas, pero recordemos que alguien (los animales implicados, como individuos) paga un precio, que es una vida en cautividad. Lo mínimo que podemos hacer cuando trabajamos en estos proyectos es hacer que el precio que tengan que pagar sea el menor posible, y tratemos de que su calidad de vida bajo nuestro cuidado sea la mejor.

Espero, una vez más y como siempre, que esta entrada te haya parecido interesante. La verdad es que soy un apasionado de la conservación, y también de ecología de poblaciones, y esta entrada toca ambos temas, así que he disfrutado muchísimo escribiéndola. Espero que tu también lo hayas hecho durante la lectura. Te animo a que dejes tus comentarios por aquí abajo para que podamos comentar y discutir este tema que me parece apasionante. Y dejo para otro día hablar de otras estrategias de conservación. ¡Un fuerte abrazo!
Roger Valls Martínez
PD: De hecho, ahora que lo pienso, he hablado ligeramente al respecto de estrategias de conservación en otra ocasión. Te dejo AQUÍ el enlace :)
Super interesante este tema 👏
Hablar de conservación es complejo y tiene muchos matices, pero tu lo haces muy ameno e interesante. ¡Escribe pronto sobre otras estratégias de conservación porfi!
Muy interesante Roger! (como siempre...). Ojalá todo el mundo pensase en los animales como lo que son, seres sintientes, con su personalidad y sus necesidades específicas... Gracias!